Luis Felipe “Yuyo” Noé: “La palabra consagrado me parece espantosa”

Por Astrid Riehn

La Nación, 8 de enero de 2022.

 

 

Recorrer la casa-taller de Luis Felipe Yuyo Noé en San Telmo es como adentrarse en una de sus obras. Esas que, como dijo alguna vez el curador Fabián Lebenglik, quien lo eligió para representar a la Argentina en la Bienal de Venecia en 2009, contienen diálogos, superposiciones y contradicciones: albergan mundos. De las paredes cuelgan dibujos y pinturas de artistas argentinos como Jorge de la Vega y Ernesto Deira, con quienes Noé conformó junto con Rómulo Macció el grupo de la Nueva Figuración en la década del 60. Pero también hay cuadros de Eduardo Stupía, Ricardo Carpani, Pablo Siquier y Mónica Millán, quien fuera su alumna.

Las fotos familiares comparten espacio con instantáneas junto a grandes amigos, como el ya fallecido artista plástico León Ferrari, y dibujos de otros como Rep. Y también están las pinturas de Yuyo, claro. El primer salón al que se llega tras subir una escalera de mármol está coronado por un imponente lienzo de unos dos por casi cuatro metros, el acrílico sobre tela La naturaleza de la naturaleza, de 1985, en el que un pequeño jinete montado en un caballo blanco se lanza hacia una selva que es un puro estallido de colores. Al pie del cuadro hay una mesa con enormes hojas blancas, marcadores y acrílicos. “Nunca entendí cuando dicen ‘ah, la angustia del blanco’. Nunca tuve la angustia del blanco. Porque hago cualquier cosa y a partir de cualquier cosa empieza la lógica. No es que después hago cualquier cosa. Pero una vez que uno hizo una línea, hace otra, que es una consecuencia deductiva de la anterior. La cuestión es hacer la primera, ir convocando cosas”, explica Noé, cuyas obras pueblan museos como el Museo Nacional de Bellas Artes y el Malba o el Metropolitan Museum of Art y el Solomon R. Guggenheim Museum en Nueva York.

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Los tres amigos

Es en esta misma casa en la que el artista, cuya obra se articula en torno al concepto de caos, se reunió hace unos años a tomar unos vinos y conversar sobre el proceso creativo con dos de sus amigos, el cineasta y político Fernando Pino Solanas y el dramaturgo, actor y psicoanalista Eduardo Tato Pavlovsky, por iniciativa del director de Sur. Esas deliciosas conversaciones, en gran medida entrañables gracias al sentido del humor de Yuyo, forman parte de Tres en la deriva del acto creativo, película póstuma de Solanas que abrió el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y se estrenó en diciembre en el Cine Gaumont y en el Malba.

 

¿Cómo conoció a Pino Solanas?

En el 76, cuando vino el golpe de Estado, no quise quedarme y me fui a Europa. Poco después, en el 78, apareció Pino por París y me conectó. Además, teníamos hijos de edades relativamente parejas que se hicieron muy amigos entre ellos. Gaspar se hizo íntimo de Juan (en referencia a su hijo, Gaspar Noé, y Juan Solanas, los dos directores de cine). Desde esa época pasaron más de 40 años en los que mantuvimos la amistad muy intensamente. Después Gaspar decidió dedicarse al cine y Pino fue su maestro y su punto de referencia.

¿Qué recuerdos tiene de esa época?

Hay gente que debía exiliarse para salvar su pellejo. Yo me fui más bien preventivamente, sobre todo porque le tengo alergia a los gobiernos militares, una alergia que me viene de siempre. Los gobiernos militares son una catástrofe, siempre. Ya durante el gobierno de Isabelita cayó una vez la policía vestida de civil, me tocó el timbre, abrí la puerta y me encontré con cuatro tipos que me apuntaron a la panza. Menos mal que era el único día en que no tenía alumnos. Yo era profesor en la facultad y me habían vinculado con algunos chicos [N. de la R.: en 1973, durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón, Noé fue designado interventor de la carrera de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras]. Había uno de mis secretarios que después desapareció. Había desaparecido Haroldo Conti. La hija era alumna mía. Entonces Nora, mi mujer, me dijo: “Estaría más tranquila si te vas”. Y me fui, yo que sé. No sé si realmente me estaban buscando o no. Lo cierto es que no me detuvieron aquella vez ni me buscaron después.

 


"Ciertos pintores hacen sus mejores obras cuando viejos", dice Noé a los 88 años
 

 

 

(…)

 

 

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